Elena Soler de Panizo empezó en el sur con gran energía, cuando ya era madre de siete hijos. De los chocolates pasó a las tejas y en ambos halló la fórmula para crecer dentro y fuera del Perú.
A pesar de los 35 años que tiene Chocolates Helena, la fundadora de la marca aún no se asume empresaria. “Lo soy, pero prefiero decir que soy una fanática de la repostería fina”, dice Elena Soler de Panizo. En 1975, dos años después de tener a su séptimo hijo, esta mamá se encontró con tiempo y energía dando vueltas por la casa. Mejor dicho, por la cocina, donde sus postres eran la delicia de familiares y amigos. ¿Por qué no intentar que más gente los probaran? Así, Helena comenzó con el toffee como caballito de batalla. “Cuando empecé a hacerlos, tuve que traer moldes, cajas y aluminios de Estados Unidos”.
Primero ocupó la cocina, luego su esposo Jorge le hizo un taller, pues a los toffes se les unieron los chocolates. La primera tienda de Helena se abrió en Luren (Ica), y fue un éxito.
CAMBIO DE RUTA
Con los 80 llegaron los productos importados y los chocolates no fueron la excepción. “Trabajamos con la Embajada de Suiza en el Perú y viceversa, para traer expertos de ese país. Así experimentamos con las tejas, porque debíamos ser distintos para seguir en pie”. Doña Elena fue la pionera de las chocotejas que hoy son el ingreso de muchas amas de casa.
Capacitar al grupo de personas que trabajaba con ella fue complejo, pues preparar tejas era una labor artesanal. Pero valió el esfuerzo, pues a fines de la década, Helena ingresó a la cadena Sears y a otras tiendas especializadas. ¿Por qué arriesgar, entonces, con tiendas propias? Porque más que un riesgo, explica Soler, era una necesidad. En 1994, el taller se mudó a una antigua fábrica de Inca Kola (en Ica) y, al crecer el volumen de producción, necesitaban puntos de venta. En el 2000, se abrió el local de Chacarilla y en el 2003, Helena despegó en los vuelos de American Airlines. “Podría decirse que fue la primera exportación”.
Así, el crecimiento de Helena no solo se mide en la variedad de tejas, chocotejas, trufas, peccanroll, coconuts y bombones, sino también en la industrialización de la empresa. El próximo mes echarán a andar una nueva máquina para envolver los productos y la franquicia será el modelo para que Helena llegue lejos. Por ahora, la conquista ya empezó en Chile. El dulce camino continúa. (Mayra Castillo)
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