27.10.09

De estrella del pinpón, a estrella de las golosinas

Tras la muerte de su marido y su padre, tuvo que tomar las riendas de la empresa, hoy exporta a EE.UU., Canadá, entre otros.

Mónica Liyau era en los 80 la Sofía Mulanovich de hoy. En Latinoamérica no había quien pudiera con ella en un duelo de pimpón. En Buenos Aires, en un Sudamericano, conoció al mejor de Brasil. “Flechazo”. Casados, estrellas en el país de Kaká, tenían un próspero negocio. Él falleció. Mónica regresó al Perú con su hijo de 5 años, asumió una empresa familiar, la transformó. “La energía está determinada por la inspiración, por un motor; y mi motor era mi hijo”. En casa, tiene ahora otro de 2. Vuelta a casar, superó el rato amargo. Lo que el deporte le enseñó, lo volcó a Golozzini, su empresa (y claro, es la número uno del mercado).

¿Qué edad tenía cuando en el ránking mundial de pimpón fue considerada la mejor de toda Latinoamérica?
Fue en el 87: 21 años.
¿Cómo ha marcado su vida ese deporte?
El pimpón ha sido todo para mí.
También marcó su corazón.
Me casé con el sexto del mundo.
Su vida era perfecta: ambos campeones, partieron a Brasil, se casaron, comenzaron a vender productos deportivos que ustedes importaban
En eso nuestros padres nos ayudaron. Importábamos y exportábamos 500.000 productos deportivos, allá el mercado es ¡inmenso! Seguimos jugando profesionalmente, por el municipio de Guarulhos, viajábamos
En el 96 Claudio se estrelló con su moto, fallece y usted ya no tenía más nada que hacer allá.
Regresé con mi hijo de 5 años. Mi papá fallece simultáneamente. Para entonces teníamos [su familia] una fábrica de velas y otra de caramelos. ¿Qué encontré? Una fábrica de velas que estaba muy bien, pero ya Fujimori le estaba poniendo energía eléctrica a todo el mundo. (Toño Orjeda / El Comercio)

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