Cinco jóvenes odontólogos tuvieron un sueño en la universidad y no pararon hasta cumplirlo. Hoy tienen su propia clínica.
Roxana Noriega (28) era muy niña cuando su mamá la llevaba al Hospital de Policía a su chequeo dental; sin embargo, recuerda esa experiencia con mucha nitidez pues fue en una de sus citas habituales que, asegura, descubrió que le gustaba este tipo de consultorios.Quince años después, tomó la firme decisión de seguir la carrera de Odontología y, luego de dos intentos, logró ingresar a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ahí conoció a Oswaldo Nue (30), su actual pareja, con quien pocos meses antes de culminar la carrera concibió el proyecto de formar una empresa. “Queríamos tener nuestra propia clínica”, comenta.
Christian Ricaldi (30) cuenta que, desde que estaba en la escuela, primaria le gustaba disfrazarse de doctor. Su tío tenía un consultorio dental, así que piensa que heredó de este familiar el apego por la ciencia médica. Cuando culminó la secundaria, ingresó a una universidad privada para seguir la carrera, pero pronto la dejó porque quería estudiar en San Marcos.
Fue en esta casa de estudios que conoció a Guissele Taipe (27) y a Maynor Carranza (30), quienes junto a Roxana, Oswaldo y Christian, lograron reunir el capital suficiente para fundar, en 2007, en el distrito de Miraflores, su propia clínica dental.
RUMBO A LA META
Desde que estaban en el último ciclo, se reunían una vez a la semana para planificar el proyecto de su empresa. “Buscábamos los costos de los materiales y de los equipos, evaluábamos donde podría estar ubicado el local”, recuerda Oswaldo.
Inicialmente lo hacía solo con Roxana, pero luego se les unieron los otros chicos. “No es que fuéramos todos los mejores amigos, pero interactuábamos mucho, nos conocíamos de diferentes grupos, al conversar, nos dimos cuenta que apuntábamos hacia la misma meta”, explica Christian.
Inicialmente proyectaron que implementar la clínica les costaría US$40 mil. En el camino, se dieron cuenta de que necesitaban mucho más. No bastaba el apoyo familiar y los préstamos en los bancos –con los que apenas reunieron US$20 mil– , así que empezaron a trabajar en otros consultorios.
“Este objetivo nos llevó a prohibirnos de muchas cosas pues teníamos que ahorrar”, afirma Maynor. Oswaldo, por ejemplo, tuvo que vender su auto.
CAMINO DIFÍCIL
Dos años y medio les tomó consolidar su propia empresa, que al final les demandó US$80 mil en total. Además del financiamiento, también les resultó un calvario encontrar la ubicación ideal para su clínica. “Comenzamos a buscar un domingo a las seis de la tarde y la encontramos ocho meses después”, refiere Maynor.
EN 2007 INAUGURARON
La falta de publicidad casi los condena al cierre pues tuvieron días en los que no tenían ningún paciente. Llegaron por más de seis meses a facturar al mes S/.2,000, cifra que no cubría el mantenimiento del local.
“Pensamos varias veces en cerrar, pues no había retorno”, revela Maynor. Un día decidieron emprender su propia campaña de promoción. Recorrieron nidos y escuelas primarias de la zona ofreciendo charlas infantiles y consultas gratuitas.
Poco a poco empezó a llegar más público a su establecimiento y decidieron esmerarse en el servicio que daban a sus pacientes. “Fue todo un reto, no nos conocía nadie, pero con buen trato y precios competitivos, hemos logrado fidelizar a nuestros clientes, que ahora traen a sus familiares y le pasan la voz a sus amigos”, recuerda Guissele.
MERCADO CON ESPACIO
Ahora, hay días en que tienen más de 15 pacientes y al mes, en promedio, llegan a facturar S/.30 mil. Christian comenta que el negocio ha crecido pues los peruanos destinan en la actualidad un mayor presupuesto a su saluda bucal que años atrás.
“Antes, uno de cada diez peruanos, invertía en sus dientes, ahora lo hacen cuatro o cinco de cada diez”, comenta. Lo que más demandan los clientes son tratamientos estéticos. En la actualidad son un boom, cuenta Roxana. (Vanessa Cabanillas / Perú 21)
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