Madre abnegada de cuatro hijos, económicamente lo tenía todo hasta que una desgracia hundió la empresa de su marido. Entró en acción y la rompió en ventas.
Por: Antonio Orjeda
QUILLABAMBA, CUSCO. Del colegio, Roxana pasó al altar. El nacimiento de su cuarta hija terminó de sepultar su sueño de ser profesional. En casa, el exitoso era su marido. Exportaba café. Chiclayo, Lambayeque. El moderno camión que recién había comenzado a pagar llevaba 50 toneladas de aromática carga. Estaba a punto de terminar de cruzar un recién inaugurado puente, cuando este cedió y todo fue a parar al río. Lo perdieron todo. Walzenhausen, Suiza. Más de 70 años atrás, allí nació Swiss Just, empresa que elabora productos antiestrés. Tras recurrir a ellos, Roxana Molero —sin pretenderlo— los comenzó a vender. Hoy es pieza clave en la operación de esa transnacional en el Perú. Hoy, además, es pieza clave en la economía de su hogar.
¿Cómo era su vida antes de que se les cayera el camión?
Yo trabajaba con mi esposo, era su apoyo en la parte comercial, de exportación Entré de manera casual, para hacer algo, porque había en mí una pequeña frustración por no haber estudiado ni estar trabajando.
Se casó a los 17 y tuvo su primer hijo.
A los 18.
Comenzó a ayudar a su esposo una vez que sus cuatro hijos se pudieron desenvolver solos.
Comencé haciendo algunas cositas para no sentirme tan retraída.
¿Qué tan retraída se sentía?
Bastante, porque podía haber estudiado y haber hecho mucho seguramente.
¿Se arrepintió en algún momento de su decisión?
No. Traté de estudiar Administración en el Instituto San Ignacio de Loyola. Avancé un poquito, un par de años —mientras atendía a mis hijos—, pero al tener a mi cuarta hija, definitivamente lo dejé. No podía con las dos cosas.
Económicamente no había ningún problema.
No. La empresa de mi esposo iba bien, todo estaba perfecto: él era considerado un exportador importante en el Cusco. O sea, yo, económicamente, podría haber seguido estudiando, pero en mi labor de madre, y como apoyo de mi esposo.
¿Cómo se sentía?
Tenían dinero, su esposo era un profesional exitoso y, usted, una madre abnegada. Todo bien, pero dentro suyo ¡Impotencia! ¡De querer hacer y no poder! Y de haber dejado de hacer cosas
Todo cambió a raíz de De ese desastre.
Se les cayó un camión con 50 toneladas de café cuando estaba cruzando un puente que Alberto Fujimori acababa de inaugurar.
Fue una cosa de Ripley. El primer camión en pasar era el nuestro. Es más, antes iba a hacerlo un bus con pasajeros, pero nos cedió el paso Fue una bendición, porque así no hubo pérdidas humanas aunque nosotros sí perdimos [ríe] ¡Fue increíble! El camión estaba a punto de pasar cuando algo se soltó del puente y todo se cayó al río.
No solo perdieron la carga, pues se trataba de un camión nuevo que recién habían comenzado a pagar.
Recién estábamos en la tercera o quinta cuota y tuvimos que seguir pagando. Imagínate [ríe]
¿Qué significó el accidente para la empresa de su marido?
Solo en carga una pérdida de US$500.000. ¡Pero no solo fue la pérdida de la carga y del camión! Fue también el juicio por US$2 millones con el gobierno (de Fujimori) que nos culpaba por la caída del puente.
El Estado los culpó de haber ocasionado la caída del puente.
Así es.
De la noche a la mañana, su vida cambió.
SwissJustPerú
Llegó el 2001, tiene unas 2.000 vendedoras (el 95% son mujeres) y factura S/.15 millones al año (más del 40% lo generan Roxana y su equipo).
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